-No es tan raro que se lleve bien con Dios. La furia con la que ha escrito sobre lo religioso no es la de un ateo.
-Fui muy creyente cuando era chico, muy místico. Y eso es como la borra en el fondo del vaso de vino, te queda para siempre. No es una cosa que se va; se transfigura, cambia de nombre. En el fondo, uno busca a Dios en los demás. O en la naturaleza, entendida como una bella energía del mundo, que es a la vez terrible y hermosa. ¿Dónde está aquel Dios que tuve de chico y un día se me cayó por un agujerito del bolsillo y nunca más lo encontré? Después supe que lo estaba llamando por otros nombres.
-Y cómo no va a estar lo divino en un alba marina...
-Claro. O en el crepúsculo. Cuando el sol se va y se echa a dormir en esa hamaca que es el horizonte, en la hora más bella del día. Muchas veces me pregunto cuan triste ha de ser morir y no verlo. Porque su capacidad de belleza te devuelve la fe en todo lo que puedas haberla lastimado o perdido.
Eduardo Galeano en la Nación Revista, Domingo 19 de Mayo, 2013
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